Sigo intentando abrirme paso entre la multitud, cuando veo pasar a Nahuel corriendo con la espada desenfundada. La gente parece no darse cuenta, pero yo si, y va directo hacia Zeil y Saummus, esto no presagia nada bueno... Así que me doy mas prisa, a empujones consigo llegar prácticamente hasta Zeil, pero Nahu ha sido mas rápido, levanta la espada y de un corte limpio amputa una mano de Saummus. La sangre salpica y llega hasta mi cara, me tapo la boca para reprimir un grito ahogado, no se en que está pensando Nahuel... La plaza se llena de gritos, niños llorando, mujeres desesperadas y gente haciendo comentarios como "es un saifuche", "seguro que es una venganza"...
- ¡Como te atreves, asqueroso saifuche! - Grita Zeil en medio de la confusión. Desenfunda su espada y ataca a Nahuel. - ¡Eres un mentiroso! Lo único que querías era la muerte de mi tío...
- ¡No, yo...! Espera... ¿Qué he hecho...? - Dice Nahuel con una sombra de arrepentimiento cruzando
su rostro.
- ¡...Pren... ded... lo...! ¡¡Matadlo!! - dijo Saummus consumido por la rabia y el dolor.
Las miradas se concentran en Nahuel. Zeil vuelve a atacar, Nahu apenas lo esquiva llevándose un gran corte en la pierna y cayendo pesadamente al suelo con un ruido sordo. No puede ser, tengo que hacer algo... Sobre él se abalanzan siluetas con arma en mano dispuestas a quitarle la vida, inclúso a Zeil se le ve dispuesto a matarle, Nahu agarra tierra del suelo y la tira en dirección a sus ojos, en un vano intento de despistaros, pero no consigue llegar a ninguno, y ellos estallan en carcajadas. Eso es lo que más me duele, no el que lo hallan herido, no, que lo humillen, eso duele más que la derrota, así que me siento en la necesidad de hacer algo para protegerlo, cierro los ojos, susurro unas palabras arcanas invocando el poder de la tierra, en el momento justo para evitar que a Nahu lo irieran de muerte una pared lo suficientemente resistente surgió rompiendo el pavimento y haciendo volar adoquines por doquier y aguantando el golpe mortal a manos de Zeil. Con rapidez me cuelo detrás de la pared agachada al lado de Nahuel, protegidos por muros de tierra al rededor nuestro que levanto al instante usando el mismo método.
- Eres un idiota. - le reprocho - ¿Te puedes mover? - pregunto mientras inspecciono la herida, no tiene buena pinta. Desprende un olor muy particular no muy común.
- ¡Auch! Me temo que no... - dice intentando levantarse, esta perdiendo bastante sangre... Una pequeña grieta se hace en la pared. Los gritos y los golpes propiciados por Zeil para matarnos estan haciendo mella en mi pequeña solución temporal - ¡Tenemos que largarnos ya!
- Mierda... - Estoy nerviosa, aún que trato de que no se me note, si no se nos ocurre algo moriremos los dos, todo por la estupidez de la testosterona masculina y la manía de todos los hombres de no pensar antes de actuar. Pero no, debía actuar y cargarse todo. ¡Hombres¡
- ¡Ata, vete! No puedo dejar que te maten... Utiliza tu magia y márchate. - Me sorprende el comentario, ¿cómo puede decir eso? ¿No confía en que sea capaz de salvarnos a los dos? Miro buscando una solución a mi alrededor y la grieta, cada vez más grande en la pared me recuerda un viejo hechizo. Abrir la tierra y cerrarla, como una puerta hacia el subsuelo. Con gran seguridad caeremos en el alcantarillado subterráneo de la ciudad.
- Perdón, Nahu... - Se que esto le va a doler... Pero no pienso irme sin él. Mientras conjuro el hechizo, de repente ocurre gran sacudida y una caída precipitada. Acto seguido oscuridad total. -Ya estamos a salvo - susurro, pero él no parece oírme entre sus gritos de dolor. Le tapo la boca, si habla tan alto nos descubrirán... Se oyen voces sobre nosotros- Siento la sacudida, Nahu. Tenía que sacarnos de allí. - susurro.
- ¿Y qué has hecho? - Me dice en voz baja.
- Abrí un boquete bajo nuestros pies cayendo en una cámara de aire subterránea. No son tan inteligentes como para descubrirnos pero necesito sacarte de aquí si no quiero que esa herida se infecte más.
- ¿Más?
- Zeil, no es tonto aún que lo parezca, ha vivido muchas guerras y siempre se aprenden trucos sucios para vencer con menos esfuerzo. Su espada está envenenada, solo con el olor que desprendía tu herida lo supe. Si mi teoría es cierta las cloacas deben de estar a pocos metros de nosotros. Voy a volver a hacer el mismo conjuro. -Me pongo encima suya, la verdad no estoy incómoda, pero a él se le nota tenso... - Agárrate bien a mí. - Me agarra por la cintura. Pronuncio las mismas palabras que antes y se vuelve a sentir la misma sacudida y de nuevo caemos. Él se aferra a mí con todas sus fuerzas, como si no quisiera separarse por nada... Caemos al agua, su espada cae junto con nosotros, pero en vez de caer en agua cae contra piedra, sonrío aliviada, llegamos a caer sobre piedra y nos hubiéramos partido la cabeza. Nado rápidamente a la orilla, siempre se me dio bien nadar, pero a él parece costarle muchísimo, supongo que por la herida.
- ¿Estas bien? - me pregunta Nahu una vez que ya está en tierra.
- Yo estoy perfecta - Sonrío. - pero tu no. - Digo poniéndome tensa - Tengo q hacer algo con el veneno. - Comienzo a mirarle la herida, cada vez que pienso en esta situación siento angustia dentro de mi, no quiero perderle...
- Ata, relájate. Sabes que si utilizas demasiado la magia acaba con tus energías. - le dice agarrándome de la mano con delicadeza.
- Pero... morirás... - Digo casi con lágrimas en los ojos
- Ven. - Me acerco dudando de que pretende, pero acomoda mi cabeza sobre su pecho, es firme y musculoso, no puedo evitar sonrojarme por la osadia de mi acto, pero realmente es que da gusto apollarse en un torso tan bien definido. Desde esa posición se escuchaba con claridad su corazón. - ¿Lo oyes? Eso te confirma que estoy vivo, no prendo morirme y dejarte sola, Ata. - Levanto la cabeza y le miro a los ojos preocupada.
- ¿Me lo prometes? - De repente me acaricia con cariño me besa en los labios. Me sorprendo, y por un momento me asusto, pero no me desagrada, así que le correspondo. Al separarnos apoyamos nuestras frentes una contra la otra y me abraza.
- Ata, te quiero. Si por mi fuera te prometería la eternidad. Eso lo llevo sabiendo todos estos años. Me enamoré de ti apenas conocerte y ese amor perduró durante tanto tiempo. La alegría de verte de nuevo me devolvió la fuerza. Pero jamás pensé que algún día te lo diría. - dice apartando su cara de la mía. Después de un momento en silencio continua - Bueno, ¿no dices nada? - Yo no puedo más que quedarme callada.
- No sé que decir. Me ha pillado de sorpresa todo esto. Si llevas tanto tiempo sintiendo algo así, ¿por qué no me dijiste nada? - ¡¿Por que no lo dijo?! ¡¿Tenia que esperar a esta situación?! ¡¿A estarse muriendo?!
- Por Zeil. Soy suficientemente listo como para ver lo que pasa con él.
- ¿Zeil? ¿Qué pasa con él? - Digo un poco enfadada. ¿Qué tiene que ver Zeil con los sentimientos que nos tengamos el uno para con el otro?
- ¿No te habías dado cuenta?
- ¿De qué?
- De nada. Yo no te lo diré, no son mis asuntos.
- Nahuel...
- Estoy cansado, voy a descansar. - Se acomoda como puede sobre la piedra, y yo en su pecho, me abraza, es la situación perfecta, pero aun así no puedo dejar de pensar en que tiene que ver Zeil.
- Sabes que lo descubriré...
- No lo dudo. Descansa, Ata.
Decido hacerle caso así que cierro los ojos y me aferro a él como si eso fuera a hacer que las cosas no cambiaran nunca y nos quedásemos así para siempre, como si así pudiera frenar el mañana y hacer que esta noche durase para siempre...