- Oh no… Tengo problemas. - digo para mí.
Poco a poco se va acercando cada vez más a mi. Tengo que defenderme de algún modo. Lleva su espada en alto y yo no tengo escudo. Tan rápido como puedo hago memoria y recuerdo un hechizo que me enseño una vez el sensei. Consiste en hacer una pared que nazca del suelo. No será muy resistente, pues el suelo es de tierra, pero al menos servirá para distraerle unos segundos mientras intento hacer uno más complicado.
Zeil está cada vez más cerca de mí, y su espada casi puede rozarme. Oigo al muchacho alto y castaño gritarle a zeil, pero éste hace caso omiso a lo que le dice. No tengo más tiempo, así que hago que se interponga pared de tierra entre Zeil y yo, haciendo así que el golpe que era dirigido a mí se quede en la pared.
- Zeil, ¿Qué haces?- le digo yo desde detrás de la pared.
- ¿Qué haces tú aquí? ¿espiarme?- me grita zeil, parece cabreado -. Pues puedo arreglármelas yo solo. Soy el príncipe del primer gobierno. Nada me va a detener el volver a casa. Ni siquiera tú.
Antes de que pueda darme cuenta, Zeil le da una fuerte estocada a la pared, haciendo que la tierra vuelva al suelo. No me queda más remedio que hacerle pasar un momento incomodo. Hago que respire parte de la tierra y, por lo tanto, le entren arcadas. En ese momento de guardia baja el muchacho castaño le da una patada y le tira al suelo a la vez que le quita la espada de las manos. Miro su cuerpo, es musculoso y realmente alto. Al pasar por sus manos observo la espada que le arrebató a Zeil hace un instante, la empuña del revés.
- Esa forma de coger la espada… -digo asombrada - No puede ser…¡¿Nahuel?! - se voltea y le veo a la cara con claridad. Sin duda alguna es Nahuel. Esos ojos verdes son inolvidables para mi. Ha crecido muchísimo, debe de llevarme quince centimetros y está guapísimo -. ¡Estás enorme!
- Pues tu estás muy cambiada. Casi no te reconozco, pero tu pelo rubio es inconfundible. Han pasado tantos años... - me responde tras una sonrisa encantadora.
- Oh! Dios mio, Nahu. - no sé que decir, la alegría por haberlo encontrado me inunda, como cuando vi a Zeil por primera vez después de tantos años, es una euforia que no me deja ni hablar. Siento la necesidad de abrazarlo, saber que realmente es Nahuel, que no estoy soñando.
- Bueno, - interrumpe zeil mientras se levanta - siento interrumpir un reencuentro bonito, pero tu… Atanasia… - parece que le cuesta un poco recordar mi nombre - ¿Por qué rayos me sigues?
- Zeil, -le respondo intentando que mi voz suene autoritaria. Miro a Nahu por el rabillo del ojo, veo que tiene la espada ligeramente apuntando hacia Zeil, como queriendo advertirle de que si ataca, el defenderá -. necesitas aprender a distinguir quién es tu enemigo.
Veo que corriendo se acerca gritando el nombre de Zeil un niño que no debe tener mas de 12 o 13 años. Se le nota que está asustado. Vuelvo a mirar a Zeil a los ojos. Esta planeando algo. Ahora sin disimulo, giro la cabeza para mirar a Nahuel. El también me mira. Con un rápido movimiento, Zeil se acerca a Nahuel por un ángulo muerto y le arrebata la espada. Intento hacer algo pero Zeil se pone sobre mí con la espada en mi cuello.
- Nahuel, cómo me toques o intentes algo la mato - Nahuel se queda quieto apretando los puños. Tanto él como yo sabemos que Zeil es capaz de mucho más que eso -. Tu…debería matarte ahora mismo sin darte otra oportunidad.
- Pero no lo haras - digo convencida.
Consigo colocar mis manos en los músculos de los brazos de Zeil y descargarle una cantidad grande de electricidad que viaje por los nervios de su cuerpo y le produzca dolor, será durante segundos pero es un dolor tan intenso que lo dejara inmóvil durante décimas de segundo. Nahu se da cuenta de lo que pretendo y cuando procedo ha hacer lo planeado le coge la mano con la que sostiene la espada. Empiezan a luchar para apoderarse de la espada.
-¡¡Ata, haz algo!! - me grita Nahu. Si no actuo pronto Zeil nos matara a los dos.
Pienso rápido algo, ya sé, un hechizo que le quitará las fuerzas. Susurro las palabras para efectuarlo. Al instante Zeil cae al suelo de bruces, espero no haberle hecho daño... Miro a Nahu, apunta con la espada a Zeil... me duele vernos así, luchando para no matarnos entre nosotros.
- ¿Qué me has hecho? - cuestiona Zeil desde el suelo.
- Sólo te quite las fuerzas. -Le respondo para su informacion, intento mantenerme seria y firme. - No te esfuerces en luchar, no podrás.
Se me vienen a la mente imagenes de cuando eramos niños, Nahuel y Zeil siempre luchando, más bien, de Zeil aplastando siempre a Nahu...
Nahu se vuelve, le miro a esos ojos verdes, y sonrrío al ver que también tiene una sonrrisa dibujada en su rostro. Cuando retira la mirada, hecho un vistazo a los tres en conjunto, y especialmente me fijo en el niño que vino con ellos ¿quién será? Me suena estraño que alguno de los dos lo cuidara.Vino gritando el nombre de Zeil asustado, pero ahora parece como enfadado con él.
- ¿Y ahora qué? - pregunta Nahuel llamandome la atención.
- Deberíais descansar, - me acerco a ellos y los miro, Zeil me mira de reojo con una mirada asesina, Nahu tiene ojeras, pero el niño es el que me da más pena, parece muy cansado físicamente y mentalmente. - se os ve a los tres muy cansados.
- ¿Sabes de algún sitio discreto? No tengo ganas de nos vean las autoridades.
Hago memoria. Por esa zona apenas recuerdo lugares y además la noche anterior no había sido muy buena mi experiencia en aquella ciudad. Pero caí en la cuenta de el lugar en el que había pasado la noche.
-Si que sé. Es una iglesia a las afueras de la ciudad y además no está muy lejos de aquí, aún que la señora que la cuida es un poco amargada...
- Me vale, vamos.
Entre los dos cogemos a Zeil, pesa más de lo que aparenta, aún que he de reconocer que Nahu soporta el mayor peso. A paso lento, llegamos a mi coche y dejo a Zeil a manos de Nahu.
Noto el telefono, ¡es una llamada del sensei! No me parece buena idea coger el telefono cerca de los chicos, no me gustaría preocupar a Nahu y el secuestrador es el tío de Zeil y dudo que se lo tomara bien. Me aparto hacia la parte trasera del vehículo y descuelgo el teléfono temerosa.
- ¿Sensei?
- Casi, pero la verdad me estoy divirtiendo bastante con él. - suelta Saummus regodeandose.
- Saummus déjalo ya, por favor. - suplico, me entras ganas de llorar de impotencia, pero he de mantenerme firme. - ¡La vida una persona no es un juego!
- Atanasia, - odio esa voz tan repelente, es increible que de alguna forma sea familia del Zeil que conoci de pequeña... - soy el rey, juego con lo que me plazca. Si quieres recuperar a tu maestro dame lo que quiero.
- ¡No! - me corta - ¡Mierda! - no soporto esta sensación, de impotencia absoluta. Nahuel se había acercado durante la conversación.
- Ata, ¿qué ha pasado? - me pregunta Nahu, aprieto los puños, y le intento mirar a los ojos.
- Uff… pues… muchas cosas...-intento escoger las mejores palabras para no preocuparlo demasiado y poder controlar mis emociones. - Saummus ha secuestrado al sensei y le tiene cautivo en el Primer Gobierno…
- ¿¡Qué!? Tenemos que ir y salvarle.
- Claro que sí, esa fue la razón por la cual estoy aquí.- digo seria - Pero no sé cómo hacer, estoy preocupada y me siento muy impotente. - las lágrimas me vencen y me tapo la cara para que Nahu no me mire en ese estado.
Noto que me abraza, me siento arropada por él, me recuercuerda a cuando eramos pequeños, pero yo lo arropaba a él. Su contacto me relaja y su olor me recuerda que no estoy sola.
- Tranquila, estamos los tres juntos otra vez, aún que no completamente, pero le salvaremos.-me dice en un tono muy tranquilo, firme y cariñoso.- Saummus es un tirano y los malos siempre pierden, ¿no?
- Gracias Nahu. Siempre sabes que decir y hacer en casos delicados. Oye, ¿te importaría conducir? No tengo ganas de hacerlo yo.- le tiro las llaves -Te dirigiré en el trayecto - Nos separamos y nos sentamos cada uno en su respectivo asiento.
Cuando arranca da media vuelta, inclúso un poco mas brusco de lo que pensaba, nos dirijimos al sentido contrario del primer gobierno. Hecho un vistazo rápido a Zeil, está entretenido mirando por la ventana, aún que tiene cara de enfadado. Estoy muy preocupada por lo Saummus pueda hacerle al sensei, por lo que sé, sabe muchos hechizos, y es mucho más fuerte que yo.
El coche va en silencio, empiezo a divagar sobre nuestra infancia. Un día hacia frío, muy por la mañana, inclúso no habia amanecido, recuerdo que estaba todo helado, el sensei mandara a Zeil y a Nahuel entrenar allí. Por un rato desaperecí y cuando volví estaba Nahu, como siempre, lleno de heridas y moratones, ya era para mí una costumbre curarle, así que con agua caliente, que fuera era todo vapor, le limpiaba; y me sentía bien al cuidarle, le tenía cariño especial. Con su cara roja por el frío y sus moretones en los mofletes me infundía el valor suficiente como para intentar superarme, como hacía él a pesar de las heridas.
Le observo ahora, pasados unos años y aún que es más grande la cara de niño dulce sigue siendo la misma y sus ojos siguen siendo tan sinceros como siempre. Veo que ya estamos cerca así que indico a Nahu que aparque delande enfrente de la iglesia, espero que la señora sea considerada y nos de al menos cuatro camas.
Salimos del coche, lo primero que hago es respirar profundo y relajarme. Voy a la parte trasera y despierto a Kenta con cuidado. Él se estira y medio dormido sale. De nuevo, entre Nahu y yo volvemos a coger a Zeil para ayudarlo a caminar. Entramos en la iglesia, me llevo una sorpresa al ver que los chicos estan muy asombrados por la estructura.
- ¡Santa Andrágora! - Suelta la monja.
- Siento volverle a perdir el mismo favor -me de vergüenza pedir que nos deje quedarnos una noche aquí - pero si...
- Jamás creí ver esto con mis propios ojos...-me interrumpe de repente, yo no quería mostrarme grosera, pero no tenía por qué interrumpirme.
- ¿El qué? - pregunta Kenta.
- Cosas de una vieja creyente, pequeño. Por supuesto que os podéis quedar. Sed bienvenidos a ésta casa sagrada. -¿por qué no me solto el sermón sobre lo corrupto? ¿Es porque voy con los chicos? Estoy pensando cosas negativas que prefiero no mencionar.
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